UN GRAN DINOSAURIO: UN TRIBUTO EN TODOS LOS SENTIDOS

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La innovación nos ha nublado el criterio en los últimos años. Al priorizar tanto la novedad como el sobrevalorado concepto de lo “inédito”, poco nos cautiva y aún menos nos vale un reconocimiento; tal parece que nos ganamos “puntos a favor” como espectadores si hallamos fallos y los exponemos de la forma más peyorativa posible. Incluso el “clásico” ya no satisface en la pantalla grande y se ha refugiado en la reestructuración para subsistir al colectivo.

Ante esta evolución del público encuentro en Un Gran Dinosaurio, el último filme de Disney/Pixar estrenado el pasado 27 de noviembre, una apuesta sincera hacia la recuperación de tramas simples pero capaces de ser reflexivas a profundidad; en este caso en particular: un tributo hacia los filmes de pioneros en los que el viaje del protagonista –que para los estándares actuales puede parecer plano– conlleva la confrontación del “yo” a través de situaciones límite.

 

Arlo, el apatosaurio protagonista, logra superar al concepto del miedo que le impide realizarse como ser vivo con un viaje, auxiliado por un niño cavernícola, Spot, que funge como su ente guía cuando se obstaculiza el camino a si mismo. Una trama sin muchos giros, un mensaje conciso que no pasará desapercibido. En lo que respecta a la trama en general, pese a poder considerarse negativamente como una pausa en la vorágine de acción y emociones a la que nos tienen tan acostumbrados estas casas animadoras, no hay duda que ha priorizado lo auténtico, lo tradicional que con justa razón se volvió el punto de partida en la comparación.

En cambio, la actividad de la animación misma es un punto y aparte.

 

Enfatizar el trabajo de Peter Sohn (Finding Nemo, 2003) en la dirección del proyecto así como la colaboración de Meg LeFauve (Inside Out, 2015) y Bob Peterson (Toy Story 3, 2010) en el libreto, suena casi obligado, pues su talento es innegable y sus créditos nada despreciables, pero en esta ocasión encuentro de suma importancia remarcar la labor del departamento de fotografía encabezado por Sharon Calahan.

 

En un universo animado que se satura de entornos citadinos, o que en el caso de tocar ambientes naturales por defecto se los caracterice inhóspitos, en Un Gran Dinosaurio no sólo se le ha dado un tono poco visto desde el inicio de siglo –lo ordinario del paisaje campestre –sino que se nota un especial interés en darle al entorno vida propia. La naturaleza, elemento que sin duda es fundamental en la historia de Arlo y Spot, tiene su propio ritmo: en las tomas aéreas cada árbol tiene una acción particular que realza la independencia y el realismo de la vegetación; y en los encuadres panorámicos la constante alteración de las nubes refleja los sutiles cambios climáticos.

 
Queríamos hacer creer que si Arlo caía y se golpeaba las rodillas, dolería […] Que el agua se sintiera fría. Que uno mismo pudiera respirar el aire y sentir el viento.
 
 

Quizás el contraste tan fuerte que hace el entorno casi realista con lo caricaturesco de los personajes, si queremos ser muy meticulosos, roce con peligrosidad la ruptura de lo verosímil a la vista; pero considero que esta cinta mantiene el equilibrio ideal entre ambos, incluso produciendo lo contrario: dándole mayor realismo al personaje a pesar de su estructura deformada.

Un Gran Dinosaurio es un filme que no sólo atrae a los más jóvenes por su comedia de situación sino que también provocará en más de un adulto cierta nostalgia hacia las raíces del cine donde la belleza y el mensaje no se esconde: están, sin pretensiones, ante nuestros ojos.

 
 

Un Gran Dinosaurio (2015)

93 min.

Director: Peter Sohn

 
 

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